II. Elegías y elecciones

Dos hombres batiéndose en duelo.

Hace ya unas semanas falleció un ser querido, pero no estoy aquí para hablar de dramas. En un arranque artístico decidí escribir unas líneas de camino a Galicia. Un sincero homenaje a la vida de alguien que dio la vida por los demás. Un lamento por aquello que deseamos, pero que por desgracia ya no podemos tener. Con más o menos acierto, más prosa que verso, me sumé a una interminable lista de personas que para evitar pensar decidieron componer una elegía. Ese subgénero heredado de la antigüedad que la LOMCE, o la LOE, o lo que sea, llevo años perdido, nos graba a fuego con las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. Estudiantes del sistema público de educación español que, como vacas, pasean por las calles del estado con una marca de ganado que reza “Cualquier tiempo pasado fue mejor”. En otros países llevarán otras marcas e imagino que en Rusia exhibirán algún fragmento aleatorio de La muerte del poeta.

Como marcan los cánones del romanticismo Aleksander Pushkin murió en duelo a la corta edad de 37 años. El Poeta, al parecer, se enfrentó a un hombre portando un arma que había sido trucada haciendo imposible su empresa de defender el honor de su esposa. Tal fue el impacto de la muerte de este pionero de las letras rusas en el joven Mijaíl Lérmontov que, además de dedicarle su famosísimo poema, dio un paso más allá al emular también su mortis causa cuatro años más tarde. Son cabezudos estos románticos. No sorprende que Lérmontov sea además el autor favorito de Putin al que sin duda se le fue de las manos aquello de Un héroe de nuestro tiempo.

En Rusia, leí, surgió un imitador de McDonald’s tras el cierre de la empresa americana. Para el rebranding, se rotó ligeramente la icónica M dejándola en algo similar a una B. ¿Y su nombre? Tío Vanya. El vertedero en el que se ha convertido el panorama informativo me hace dudar de la veracidad de la noticia, pero no puedo evitar conectar los puntos. Una cadena de comida rápida con nombre de obra de Chéjov, Quevedo y Rosalía como referentes de la música urbana en España o, mi favorito, la estrella de OnlyFans Dulcinea. La cumbre de la creación artística literaria al servicio de la cultura de masas. Pensándolo bien, quizás no deja de ser un paso más en la evolución natural de la moda retro. Camiseta del Borussia Dortmund de la temporada 96/97, pseudónimo prestado de la Generación del 98, cadenita de oro y a petarlo en TikTok.

Siguiendo con Rusia, también leí acerca del despliegue de un centenar de soldados de élite franceses. Estos descendieron en paracaídas como relámpagos sobre suelo estonio en una operación de carácter preparatorio y disuasorio. Una exhibición de músculo militar (el mayor gasto en defensa de la Unión) para mostrar su compromiso con la defensa del flanco este. El tema es, no está la movida como para que una inocente vanaema estonia se vea sorprendida por unos paracaidistas armados con fusiles de asalto. Imagínense la confusión al ver las tropas cayendo del cielo escoltadas por aviones de combate.

Más que probable es que las aeronaves llevasen la marca de Dassault Aviation, filial del gigante francés Dassault Groupe. Fundado por Marcel Dassault, el grupo industrial francés extiende su influencia a través de sus múltiples ramas. La dedicada a software de diseño 3D y gestión de ciclo de vida del producto, Dassault Systèmes. O la división mediática que controla el noticiario conservador Le Figaro. Para facilitar su reconocimiento, Dassault Aviation es el fabricante de los aeroplanos comerciales Falcon (Sí, el de Pedro). Además del éxito empresarial palpable en las cuentas anuales del grupo, la familia Dassault fue noticia por un motivo más trágico durante el año 2021. El nieto de Marcel, Olivier, que fuera diputado en la Asamblea Nacional y presidente del grupo falleció en un accidente de helicóptero. El titular en mi cabeza: “Fabricante de aeronaves fallece en accidente de aeronave”.

¿Veis por dónde voy? ¡La muerte de Olivier estaba anunciada! ¿Cómo iba a morir si no? Siento un placer culpable por estas defunciones “redondas”. El inventor de Segway palmándola en accidente de Segway, Marie Curie por la exposición a la radiación o nuestro par de poetas románticos batidos trágicamente en duelo. ¡Y es que así cualquiera escribe una elegía! De hecho, no me extrañaría que el impostor de Mijaíl la tuviese preparada. O la hubiese robado de un almacén secreto donde están guardadas las elegías pasadas y futuras. Las de esas muertes que cuando ocurren el familiar de turno dice “Murió haciendo lo que más quería” o “Si hubiese podido elegir cómo, lo hubiera hecho así” al más puro estilo viejo Casale.

Me pregunto si la elegía de mi muerte estará guardada en esa sala. La semana pasada se precipitó de la estantería un tomo de la obra completa de Chéjov y al encontrarme considerable mamotreto sobre el sofá, rumié sobre las posibilidades que la contusión hubiese terminado en un desenlace trágico para mi persona. Estoy aquí escribiendo esto, así que esta claro que por ahí no van los tiros. En cualquier caso, si pudiese elegir mi muerte evitaría de todas maneras lo previsible. No podría aguantar a un imbécil ridiculizándome en un WordPress dentro de 200 años. Quiero ser ese viejo de vida longeva que fuma un paquete de tabaco al día y se baja tres carajillos. Aparecer en un reportaje de Televisión Española por mi 150 cumpleaños recomendando una copita de vino al día. Que la gente se pregunte “¿Cómo cojones sigue éste vivo?” En realidad, ¡ni siquiera quiero morir! Pero si lo hiciera, por favor, haceos los sorprendidos.

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